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Cholo Montironi

viernes, 29 de abril de 2011

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"El tango fue de vanguardia en muchas épocas"
Debutó a los 11 años y acaba de cumplir 80. En el medio, Cholo Montironi, emblema del bandoneón, recorrió el mundo con su arte, desde el tango a la música clásica.
Pablo Makovsky | Edición impresa

"Está todo ahí", dice Rodolfo Cholo Montironi, al tiempo que señala una carilla y media de gacetilla, en la que anuncia sus actuaciones. Con el "todo ahí" acaso se refiere a casi setenta años de trayectoria que llevaron su bandoneón por los escenarios privilegiados del tango en Rosario, Buenos Aires, Francia, Italia, Japón, China, Estados Unidos, y a compartir la escena con músicos de primera línea del país y el extranjero.

El Cholo acaba de cumplir 80 años y muchos medios rosarinos recordaron el natalicio porque, claro, es una figura emblema de la ciudad. "Bueno, pero charlemos un poco", le dice el cronista. "Sí, sí", dice Montironi, y empieza a revisar en una bolsa de plástico donde acumula fotocopias de anuncios, afiches y gacetillas de conciertos que dio en Rosario, en París. "Está todo ahí", insiste.

Habla de un ciclo de conciertos donde hizo "tango instrumental, moderno, de vanguardia", dice: " Había temas de Piazzolla, míos". Pregunta: ¿Y de Eduardo Arolas? "Claro, también Arolas, el tango fue de vanguardia en muchas épocas" (Arolas nació en Buenos Aires en 1892 y murió en París en 1924); la acotación de Montironi no sólo es un guiño erudito, sino un cabal conocimiento de su arte.

Aunque Wikipedia no tiene una entrada específica con su nombre, figura en la lista de los mejores bandoneonistas de la enciclopedia global. El Cholo no es sólo la biografía de un bandoneonista, sino el tesoro de un género que floreció en los años 40 al 50, cuando Argentina se hacía fuerte en el mundo al tiempo que el reparto de su riqueza alcanzaba valores inéditos. "A mis alumnos les doy música clásica —dice Montironi— porque el bandoneón fue creado para esa música. Bach es lo máximo".

Sin embargo, arguye el cronista, el bandoneón no está muy asociado popularmente a la música clásica. "Sí —dice el bandoneonista—, lo construyeron para reemplazar al órgano en iglesias del interior de Alemania, donde no había instrumento y era muy difícil transportarlo y armarlo allá. En las pinturas suele verse una capilla entre las montañas y un bandoneonista que va con el bandoneón colgado del cuello".

Rodolfo Montironi transcribió para bandoneón dos obras de Robert Schumann, Träumerei y Der Dichter spricht.

Junto con el bandoneonista Alejandro Barletta, otro virtuoso, Montironi hizo música clásica en el primer Festival de Granada, en el escenario Manuel de Falla, en 1981.

Durante diez años, entre idas y vueltas a la Argentina —"me tira mucho la familia", se excusa Montironi, que con 80 años tiene 65 viajes a París—, dirigió musicalmente el Quinteto Torttoise de Buenos Aires de París (torttoise significa veredas). La agrupación fue creada por Julio Cortázar, entre otros argentinos que vivían en la capital francesa, con el fin de escuchar su música. "No sospecharon que iba a ser un éxito para parisinos y porteños", dice el bandoneonista y agrega: "Fui para dirigirla un mes y me quedé diez años". Por allí pasaron Osvaldo Pugliese, el también rosarino Osvaldo Montes, Osvaldo Piro, Astor Piazzolla, Edgardo Cantón o Susana Rinaldi, además de intelectuales y otras personalidades.

¿Hay una escuela rosarina de bandoneón, como dice Osvaldo Montes?, quiere saber el cronista. "Sí, claro", dice Montironi. Ajá, dice el cronista y espera que crezca la respuesta. "Por la época de Caño 14, Atilio Stampone —suelta Montironi al fin— me decía: «Antes de venir a Buenos Aires el tango pasó por Rosario«" .

La Rosario del 45 al 50 fue también la escuela de Montironi, años en que "Sunchales" (por la estación Rosario Norte) era un enjambre de luces que refulgían a toda hora. "Tenía que ver lo que era eso". Purrete aún, Montironi abandonaba las calles de Pichincha a la madrugada, cargaba un bandoneón en su estuche y los pesos que había hecho durante la noche. Subía a un trolebús que lo dejaba en el control policial de Granadero Baigorria, donde todavía vive, y hacía diez cuadras caminando. Nunca intentaron arrebatarle el instrumento ni quitarle su ganancia. "Eran otros tiempos", dice. El 23 de septiembre de 2004 la Municipalidad de Rosario denominó con el nombre de Rodolfo Cholo Montironi a la esquina Aristóbulo del Valle y Pueyrredón del barrio de Pichincha en homenaje a su trayectoria.

En el año 1941, cuando tenía 11 años, Montironi debutó en los carnavales del Club Echesortu con el quinteto de Vicente Viviano (actuaba con libreta de "menor"), una de las tantas agrupaciones de tango que había en la ciudad. Por esos años, a mediados de los 40, cada radio tenía más de una orquesta, porque estaba prohibido pasar discos. También bares como El Cairo arrancaban a la una del mediodía con un grupo relativamente pequeño que hacía tango y, a medida que avanzaba el día, los músicos se iban incrementando hasta llegar a unos doce miembros a las 21, cuando los tangos invitaban al baile. No era la única confitería con música en vivo. Entonces, le dice el cronista, aprender tango hoy en día es como aprender una lengua muerta, ¿quién puede aprehender eso que le dio a usted la calle, las mañanas y las tardes en LT3 o LT1? "Ah, sí", dice Montironi, apenas acota: "La mayoría de mis alumnos son de la Sinfónica. Lo hacen por puro gusto, por amor al instrumento, por vocación. Pero claro, en esa época todo era tango".

—Y sus alumnos, ¿dónde consiguen bandoneones?, porque dejaron de fabricarse en la Segunda Guerra.

—Ah, sí. Son todos de 1938. Los consiguen en los campos.

—Es el aporte del campo a la cultura, los trastos de los abuelos inmigrantes.

—Sí, hay un montón de bandoneones en el campo. Hoy día cuestan como tres mil euros. Antes se los conseguía por mil pesos, hoy no bajan de doce.

—¿Y el suyo de qué año es?

—El mío es un Alfredo Arnold legítimo, del año 1904, ya tiene 107 años.

—¿Cómo llegó a participar de la grabación de la ópera "Evita"?

—Estaba en Madrid y trabajaba con Conchita Márquez Piqué, muy famosa en España, entonces me avisa un amigo músico que hay un concurso para grabar Evita, me presenté y lo gané, lo mismo que Paloma San Basilio, quien ganó como cantante. Era el año 1982 y se hacía el Mundial de España. Cuando grabé Evita usé el bandoneón como si fuera un órgano.

—También grabó con la Filarmónica de Londres.

—Sí, estaba en Madrid y tocaba en un restaurante uruguayo que se llamaba Las Carretas y en uno argentino que se llamaba El Locro. Un día llegó a cenar Luis Cobos, que iba a dirigir la Filarmónica y buscaba un bandoneonista que hiciera tango. Estuvimos tres días en Londres. Grabamos en una iglesia con una orquesta de 120 músicos y un coro, hicimos nueve tangos clásicos, bailables, no modernos como me gusta a mí, aunque odio el tango electrónico.
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Carlos

 

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